No conocer esto es un error La sorprendente verdad de la tecnología ancestral

webmaster

Prompt 1: Ancient Ingenuity and Modern Observation**

¿Alguna vez te has parado a pensar que la innovación no es un invento del siglo XXI? Yo, sinceramente, antes no lo hacía tanto. Solía creer que la verdadera “tecnología” era el último smartphone o la inteligencia artificial.

Pero la verdad es que, tras algunas de mis propias exploraciones –sí, me encanta perderme en museos y yacimientos arqueológicos–, he llegado a una conclusión fascinante: la tecnología es tan antigua como la humanidad misma.

Nuestros ancestros, con sus manos y mentes ingeniosas, diseñaron herramientas y estructuras que aún hoy nos dejan boquiabiertos. No solo resolvían problemas; lo hacían con una astucia y una visión que a veces subestimamos.

Es como si el espíritu de “resolver lo imposible” siempre hubiera estado con nosotros. Y lo más asombroso es cómo esas soluciones ancestrales, a menudo ligadas a la sostenibilidad y el aprovechamiento ingenioso de los recursos locales, resuenan con los desafíos actuales.

Pensemos en la bioconstrucción, por ejemplo; ¡parece una tendencia moderna, pero nuestras culturas antiguas ya dominaban técnicas que hoy redescubrimos para enfrentar la crisis climática!

O la gestión del agua en civilizaciones precolombinas, un tema crítico hoy. Comprender cómo nuestros antepasados se adaptaron y prosperaron con una tecnología “rudimentaria” nos ofrece lecciones vitales para el futuro, incluso en la era de la IA y el metaverso.

Nos recuerda que la verdadera innovación surge de la necesidad y la creatividad, no solo de los microchips. ¿Estamos listos para aprender de ellos? Acompáñame, porque vamos a desentrañar este fascinante viaje.

El Ingenio Humano que Desafía el Cronómetro

conocer - 이미지 1

¡Madre mía, si es que cuando uno se detiene a mirar hacia atrás, se da cuenta de que la creatividad no es un invento de nuestra era! Recuerdo perfectamente una vez, en un viaje por Yucatán, cuando me encontraba frente a las ruinas mayas.

Me quedé helado. No era solo la imponencia de las pirámides, sino cómo estaban alineadas con una precisión astronómica que hoy, con toda nuestra tecnología, nos costaría replicar sin esfuerzo.

Pensé: “Pero, ¿cómo demonios lo hicieron con las herramientas que tenían?”. Esa pregunta me persigue desde entonces. No tenían computadoras ni drones, y aun así, lograron proezas que demuestran una capacidad de observación, cálculo y diseño que roza lo sobrenatural.

La tecnología, entonces, no es solo silicona y cables; es la chispa de la mente humana para resolver problemas, para adaptarse, para trascender. Y lo hacían con una maestría que, francamente, me hace sentir humilde y a la vez, increíblemente inspirado.

Es una lección palpable de que la verdadera innovación viene de la necesidad y de una profunda comprensión del entorno, no de tener el hardware más caro.

1. La Observación como Cimiento de la Innovación

Es fascinante darse cuenta de que el primer “laboratorio” de nuestros ancestros fue el propio mundo natural. Antes de que existieran los microscopios o los aceleradores de partículas, la observación aguda del entorno era la clave de todo.

Recuerdo que, de niña, mi abuela me contaba cómo en su pueblo, la gente sabía si iba a llover por el comportamiento de las golondrinas, o qué plantas servían para curar un dolor de cabeza.

Imagínense esa sabiduría aplicada a una escala mucho mayor, la que permitió a civilizaciones antiguas comprender los ciclos de las cosechas, las rutas migratorias de los animales, o incluso los movimientos celestes.

No es un conocimiento académico, es una conexión visceral con el planeta.

2. Herramientas Sencillas, Soluciones Monumentales

Cuando visité el Museo de Antropología en la Ciudad de México, me quedé horas frente a las vitrinas de herramientas prehispánicas. Cinceles de obsidiana, metates de piedra volcánica, telares rudimentarios… A primera vista, parecen simples, ¿verdad?

Pero si te detienes a pensar en lo que lograron con ellas –desde obras de arte que hoy atesoramos hasta ciudades enteras que albergaban a miles de personas–, te das cuenta de que la complejidad no reside en la herramienta en sí, sino en la mente que la ideó y la mano que la operó.

Es una lección potente sobre cómo optimizar lo que tienes, sobre la eficiencia y la maestría en el uso de los recursos disponibles.

Sostenibilidad que Nació Hace Milenios

Una de las cosas que más me ha marcado en mis viajes es la profunda conexión de las culturas ancestrales con la sostenibilidad. Hoy hablamos mucho de “economía circular” o “residuo cero”, pero ¿saben qué?

¡Ellos ya lo practicaban, y de una forma tan intrínseca a su vida que no necesitaba un nombre de marketing! Pienso en los sistemas de riego que vi en Perú, en los Andes, construidos por los incas, o en las técnicas agrícolas mesoamericanas, como las chinampas en Xochimilco, México.

No solo eran eficientes, sino que respetaban el ciclo natural del agua y la tierra, regenerando los recursos en lugar de agotarlos. Me emociona ver cómo, ante la crisis climática actual, estamos volviendo a mirar hacia esas soluciones milenarias, redescubriendo su sabiduría.

Es como si la Tierra nos susurrara al oído: “Ya teníais las respuestas, solo tenéis que recordarlas”. Este enfoque holístico, donde la prosperidad de la comunidad estaba directamente ligada a la salud del entorno, es algo que personalmente creo que hemos perdido en nuestra búsqueda desenfrenada de crecimiento a toda costa.

Recuperar esa mentalidad no es retroceder, es avanzar con los pies bien puestos en la tierra.

1. Bioconstrucción y Arquitectura en Armonía con el Entorno

¿Sabías que la “bioconstrucción” no es una moda reciente? Mis propias investigaciones y visitas a pueblos con arquitectura tradicional me han mostrado que nuestros antepasados eran maestros en edificar utilizando materiales locales y técnicas que se adaptaban perfectamente al clima y al paisaje.

Casas de adobe en Castilla, construcciones de piedra en el Mediterráneo, o estructuras de madera y paja en el norte de Europa; no solo eran duraderas, sino que ofrecían un aislamiento térmico natural y reducían drásticamente la huella ecológica.

No había necesidad de transporte de materiales a miles de kilómetros o de complicados sistemas de climatización. La casa “respiraba” con el entorno, y sus habitantes vivían en un equilibrio que hoy nos cuesta tanto encontrar.

2. La Gestión del Agua como Arte y Ciencia

El agua es vida, y las civilizaciones antiguas lo sabían mejor que nadie. Desde los acueductos romanos, que todavía hoy nos asombran por su ingeniería, hasta los sistemas de captación de agua de lluvia en la antigua Persia o la red de canales en la civilización Harappa, la gestión hídrica era una prioridad absoluta.

Recuerdo una conversación con un ingeniero hidráulico que me explicó la genialidad de ciertos sistemas de riego que permitían el uso eficiente de cada gota de agua, minimizando el desperdicio y evitando la erosión del suelo.

No era solo tecnología; era una filosofía de respeto y optimización de un recurso vital. Es una vergüenza que con toda nuestra modernidad, en muchas partes del mundo, todavía enfrentemos crisis hídricas severas.

La Arquitectura que Murmura Historias de Resiliencia

Pasear por el Coliseo de Roma o subir las escaleras de una pirámide en Teotihuacán es mucho más que una simple visita turística; es una conversación con el tiempo.

Te detienes y sientes el peso de la historia, la magnitud del esfuerzo humano. Estas estructuras no solo nos hablan de ingeniería avanzada, sino también de una increíble capacidad de resiliencia y adaptación.

¿Cómo lograron construir algo tan colosal, que ha resistido terremotos, guerras y el paso de los siglos? Parte de la respuesta está en los materiales, claro, pero otra parte crucial reside en el conocimiento de su entorno y en una planificación a largo plazo que a veces parece que hemos olvidado.

Me pregunto cuántos edificios modernos durarán mil años. Pocos, me temo. Mis viajes me han enseñado que la durabilidad no es un lujo, es el resultado de un diseño inteligente y de una profunda conexión con el lugar.

1. Materiales de Proximidad: La Clave de la Durabilidad

El secreto de la longevidad de muchas edificaciones ancestrales radica en el uso inteligente de materiales locales. No es solo una cuestión de logística o costes, es una profunda comprensión de cómo interactúan esos materiales con el clima y el suelo.

Piensen en las catedrales góticas europeas, construidas con piedras de canteras cercanas, o en las construcciones de adobe en América Latina, que usan la tierra bajo sus pies.

Esto no solo reducía la huella de carbono antes de que existiera el concepto, sino que aseguraba que la estructura se adaptara y envejeciera con gracia en su entorno específico.

Personalmente, me fascina cómo cada piedra, cada ladrillo, cada viga, cuenta una historia de su origen y de las manos que la trabajaron.

2. Técnicas Constructivas que Desafían el Tiempo

Más allá de los materiales, las técnicas empleadas eran pura maestría. Desde la sismorresistencia incaica, que permitía a sus edificaciones “bailar” con los terremotos en lugar de derrumbarse, hasta el uso del opus caementicium romano (un tipo de hormigón que endurecía bajo el agua y era increíblemente resistente), nuestros antepasados eran ingenieros de primer nivel.

He tenido la oportunidad de ver demostraciones de cómo se encajaban bloques de piedra sin mortero, con una precisión tal que ni siquiera una hoja de papel podía pasar entre ellos.

Eso no es solo fuerza, es una comprensión profunda de la física y la estática, transmitida de generación en generación.

Cuando la Necesidad Despertó la Ingeniosidad

¿Recuerdan esa sensación de tener que improvisar con lo que tienes a mano porque no hay otra opción? Bueno, las civilizaciones antiguas vivían en ese modo de “resolución creativa” constantemente.

No tenían Amazon para pedir lo que necesitaban, así que cada desafío se convertía en una oportunidad para la innovación. Pienso en cómo las comunidades del desierto aprendieron a conservar el agua de forma magistral, o cómo los pueblos costeros desarrollaron técnicas de navegación asombrosas con embarcaciones aparentemente simples.

No se trata solo de la supervivencia, sino de cómo la presión ambiental y la escasez de recursos impulsaron saltos cualitativos en el pensamiento y la técnica.

Para mí, es una lección poderosa sobre la resiliencia y la capacidad humana de transformar un problema en una solución brillante.

1. Adaptación a Entornos Extremos: Un Legado Imprescindible

Vivir en un desierto implacable, en montañas con inviernos crudos o en islas volcánicas aisladas, requería una adaptación extrema y una creatividad sin límites.

Pienso en los iglús de los inuit, increíblemente eficientes para mantener el calor en el ártico, o en los sistemas de terrazas agrícolas en las laderas andinas que permitían cultivar en terrenos imposibles.

No eran solo trucos para sobrevivir; eran innovaciones sofisticadas que demostraban una profunda comprensión de la física, la botánica y el clima. He sentido en carne propia el calor del desierto y la humedad de la selva, y no puedo dejar de admirar cómo estas comunidades no solo subsistieron, sino que prosperaron.

2. La Innovación como Imperativo de Supervivencia

La invención del arado, la domesticación de animales, el desarrollo de técnicas de conservación de alimentos como el secado o la salazón… todas estas no fueron meras comodidades, sino innovaciones críticas para la supervivencia de las comunidades.

Recuerdo haber leído sobre cómo los pueblos nómadas desarrollaron tiendas portátiles y eficientes para protegerse del clima y moverse con sus rebaños.

Cada una de estas “tecnologías” representó un avance monumental en la calidad de vida y la estabilidad de la sociedad, permitiendo a los grupos humanos crecer y especializarse.

Es un testimonio de que la mejor innovación a menudo nace de la necesidad más básica.

Medicina y Bienestar: Remedios del Pasado, Lecciones para Hoy

Este es un tema que me toca el alma, porque mi abuela, que era una mujer de pueblo, siempre tuvo una “farmacia” en su jardín. Conocía cada planta, cada hierba, para qué servía.

Y me doy cuenta de que esa sabiduría ancestral no era una cosa de magia, sino de experiencia acumulada durante siglos, una especie de ciencia empírica con raíces muy profundas.

Piensen en la medicina tradicional china o en la herbolaria mesoamericana; no solo trataban los síntomas, sino que veían al ser humano como un todo, en armonía con su entorno.

Hoy, con toda nuestra medicina hiperespecializada, estamos volviendo a mirar hacia esos enfoques holísticos y a la investigación de compuestos naturales que ya conocían nuestros antepasados.

Para mí, es una invitación a reconectar con lo esencial.

1. La Farmacopea Natural: Un Tesoro Olvidado

Antes de las farmacéuticas modernas, la naturaleza era la gran botica. Personalmente, me he sumergido en lecturas sobre las propiedades medicinales de plantas que hoy consideramos “malas hierbas” y que, sin embargo, fueron pilares de la salud en otras épocas.

La quina para la malaria, la corteza de sauce para el dolor (¡el precursor de la aspirina!), o el uso del aloe vera para quemaduras. No era solo una cuestión de prueba y error; había una transmisión de conocimientos muy estructurada, a menudo ligada a chamanes, curanderos o sabios de la comunidad.

Es un recordatorio de que muchas de las soluciones a nuestros problemas de salud pueden estar justo en nuestro patio trasero.

2. Un Enfoque Holístico del Bienestar

Lo que más me atrae de la medicina ancestral es su visión integral. No se trataba solo de curar una dolencia física, sino de equilibrar el cuerpo, la mente y el espíritu, y de vivir en armonía con el entorno natural y social.

Prácticas como la acupuntura, la meditación, o los baños de temazcal (en Mesoamérica) no eran meras terapias; eran estilos de vida que buscaban prevenir enfermedades y promover un bienestar duradero.

Mi propia experiencia me ha enseñado que cuando uno se siente desequilibrado, a menudo la respuesta no está en una píldora, sino en un cambio de hábitos, en conectar más con la naturaleza o en simplemente respirar conscientemente.

Los Maestros del Agua: Hidráulica Antigua y Retos Modernos

No puedo evitar sentir una mezcla de admiración y frustración cuando pienso en cómo las civilizaciones antiguas gestionaban el agua. Admiración, porque sus sistemas hidráulicos eran obras de ingeniería alucinantes, dignas de los mejores cerebritos de hoy.

Frustración, porque a pesar de todo nuestro progreso, ¡seguimos teniendo problemas gigantescos con la gestión del agua en el siglo XXI! He visitado lugares como la Alhambra en Granada, y al ver cómo canalizaban el agua con precisión para fuentes, jardines y baños, piensas: “¡Aquí había un conocimiento profundo!” Y no eran solo los árabes; los romanos con sus acueductos, los mayas con sus cisternas, los incas con sus terrazas irrigadas…

Todos tenían una maestría en mover, almacenar y distribuir este recurso vital. Nos enseñan que el agua no es solo un recurso, es un bien preciado que debe ser tratado con el máximo ingenio y respeto.

1. Acueductos y Canales: Joyas de la Ingeniería Hídrica

Recuerdo vívidamente mi primera vez viendo el Acueducto de Segovia. Es una mole de piedra que se alza majestuosa, ¡y lleva ahí desde hace casi dos mil años!

No puedes evitar sentir escalofríos al pensar en la mente que diseñó algo así sin la ayuda de grúas o programas de diseño asistido por ordenador. Y esto no es un caso aislado.

Desde los qanats subterráneos de Persia, que traían agua de las montañas a ciudades desérticas, hasta los complicados sistemas de canales en Angkor Wat, la ingeniería hídrica antigua era una mezcla de arte y ciencia.

Son testimonios palpables de que la creatividad humana puede superar cualquier obstáculo, incluso la falta de recursos tecnológicos avanzados.

2. Aprovechamiento de Fuentes y Lluvias: Lecciones para el Presente

En un mundo donde el agua dulce es cada vez más escasa, las técnicas ancestrales de captación y almacenamiento de agua de lluvia y fuentes naturales son una mina de oro de conocimiento.

Civilizaciones como la minoica en Creta o los nabateos en Petra desarrollaron sistemas complejos de cisternas y presas para aprovechar cada gota de agua en entornos áridos.

No se trataba de proyectos aislados; eran parte de una estrategia integral de supervivencia y florecimiento. Lo que me fascina es la simplicidad y la eficacia de muchas de estas soluciones, que a menudo se basaban en la topografía natural y el flujo del agua.

Son lecciones que hoy deberíamos estar aplicando a gran escala.

De la Necesidad a la Maestría: Lo que Aprendemos Hoy

Si algo me ha dejado claro este viaje por la innovación ancestral, es que la humanidad siempre ha sido, es y será, una especie de inventora incansable.

Da igual la época o los recursos disponibles, siempre encontramos la manera de resolver problemas, de ir un paso más allá. Pero hay una diferencia crucial: antes, esa inventiva estaba intrínsecamente ligada a la sostenibilidad y a la supervivencia a largo plazo.

Hoy, a veces, parece que innovamos por innovar, sin pararnos a pensar en las consecuencias a largo plazo para el planeta o para nuestra propia salud. Mi mayor takeaway de todo esto es que el verdadero progreso no es solo crear cosas nuevas y más rápidas, sino aprender de la sabiduría de aquellos que nos precedieron, integrando su respeto por la tierra y su ingenio práctico en nuestra búsqueda de un futuro mejor.

¡Es un camino fascinante!

Aspecto Innovación Ancestral Reto Moderno y Lección
Gestión del Agua Acueductos romanos, chinampas aztecas, qanats persas. Escasez hídrica global. Lección: Eficiencia y respeto por el ciclo natural.
Construcción Bioconstrucción con materiales locales (adobe, piedra), técnicas sismorresistentes incaicas. Impacto ambiental de la construcción. Lección: Sostenibilidad, durabilidad y armonía con el entorno.
Alimentación Terrazas agrícolas (incas), sistemas de irrigación, conservación de alimentos (secado, salazón). Seguridad alimentaria, agricultura intensiva. Lección: Resiliencia, diversidad y aprovechamiento de recursos.
Salud y Bienestar Herbolaria, medicina tradicional (china, mesoamericana), enfoques holísticos. Enfermedades crónicas, hiperespecialización. Lección: Conexión con la naturaleza y visión integral del ser humano.
Recursos Reutilización total, cero residuos, uso ingenioso de lo disponible. Economía lineal, consumismo. Lección: Economía circular y creatividad ante la escasez.

1. La Fusión entre la Experiencia y la Tecnología Actual

No se trata de renunciar a la inteligencia artificial o a la robótica, ¡ni mucho menos! La clave, para mí, está en cómo podemos fusionar el inmenso poder de las tecnologías actuales con la sabiduría y la filosofía de nuestros antepasados.

Imaginen drones que monitorean el estado de los cultivos con el mismo respeto por los ciclos de la tierra que tenían los agricultores mayas. O edificios inteligentes que utilizan algoritmos para optimizar la energía, pero construidos con materiales locales y técnicas que permiten la ventilación natural, como las antiguas casas mediterráneas.

La verdadera innovación reside en encontrar el equilibrio, en no perder de vista la esencia humana y la conexión con nuestro planeta.

2. Revalorizar el Conocimiento Local y la Tradición

A menudo, en nuestra búsqueda de lo “nuevo” y lo “global”, subestimamos el valor del conocimiento local y las tradiciones. Pero mis viajes me han enseñado que en cada rincón del mundo, en cada comunidad rural, hay tesoros de sabiduría práctica y sostenible que se han transmitido de generación en generación.

Desde las técnicas artesanales que reducen el desperdicio hasta las formas de cultivar la tierra que enriquecen el suelo, este conocimiento es invaluable.

Es nuestro deber, como “influencers” y como ciudadanos conscientes, revalorizar estas prácticas, aprender de ellas y compartirlas, porque en ellas reside gran parte de la resiliencia que necesitaremos para construir un futuro más próspero y equitativo.

Reflexiones Finales

Después de este viaje fascinante por la inteligencia ancestral, me doy cuenta de que las respuestas a muchos de nuestros desafíos actuales no están en el futuro, sino escondidas en la sabiduría de nuestros antepasados.

Ellos, con menos recursos, construyeron legados de sostenibilidad y resiliencia que nos invitan a reflexionar. La clave no es rechazar el progreso, sino fusionar la innovación tecnológica con una profunda conexión con nuestro entorno y un respeto genuino por los ciclos naturales.

¡Qué gran lección nos dan!

Información Útil

1. Si te apasiona la ingeniería ancestral, no dejes de visitar el Acueducto de Segovia en España. Es una joya romana que te dejará sin palabras y te hará comprender la magnitud de su ingenio sin la tecnología actual.

2. Explora el concepto de “permacultura” o “bioconstrucción”. Son movimientos modernos que recuperan principios ancestrales de armonía con la naturaleza para crear sistemas sostenibles en tu propio hogar o comunidad.

3. Investiga sobre la herbolaria local en tu región. Muchas plantas comunes tienen propiedades medicinales que nuestras abuelas conocían y que hoy la ciencia está revalidando. ¡Un tesoro a nuestro alcance!

4. Visita los museos de antropología o arqueología de tu país. Por ejemplo, el Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México, o el Museo del Oro en Bogotá, son fuentes inagotables de inspiración sobre el ingenio humano.

5. Aplica la filosofía de “residuo cero” o “economía circular” en tu día a día. Nuestros ancestros no tenían basuras, todo se reutilizaba o se devolvía a la tierra. Un cambio de mentalidad que podemos adoptar fácilmente.

Puntos Clave a Recordar

La innovación ancestral nos enseña que la verdadera genialidad surge de la necesidad y de una profunda comprensión del entorno, no solo de la tecnología.

Su maestría en gestión del agua, bioconstrucción, medicina natural y resiliencia ante entornos extremos ofrece lecciones valiosas para afrontar los desafíos de hoy, promoviendo un futuro más sostenible y conectado con la sabiduría del pasado.

Preguntas Frecuentes (FAQ) 📖

P: hone; es la primera vez que un ser humano cogió una piedra, la moldeó y dijo: “¡Eureka! Con esto puedo cortar”. Imagínate el shock de sus contemporáneos. Eso fue una tecnología punta para su época. Es entender que un acueducto romano, una pirámide maya o los sistemas de irrigación incaicos no eran solo construcciones, eran soluciones increíblemente avanzadas a problemas de agua, espacio o supervivencia. Me parece que la innovación es ese espíritu humano de mirar lo que tenemos y transformarlo en algo mejor, más eficiente, o simplemente posible. Lo veías en cómo nuestros antepasados construían sus refugios con lo que la tierra les daba, de una forma que hoy nos alucina por su sostenibilidad. Es una mentalidad, no un chip de silicio.Q2: Has mencionado la bioconstrucción y la gestión del agua. ¿Cómo pueden estas “soluciones ancestrales” ayudarnos realmente con desafíos tan grandes como la crisis climática actual, si ahora tenemos IA y el metaverso?
A2: ¡Esa es la pregunta del millón, la que me mantiene despierto por las noches! Y la respuesta, te juro, es fascinante. Piensa en esto: ¿qué hacían nuestros ancestros? Se adaptaban. No tenían recursos infinitos, ni cadenas de suministro globales. Usaban lo que tenían a mano, de la forma más eficiente. La bioconstrucción, por ejemplo, no es una moda hippie; es redescubrir cómo el adobe, la madera, la paja o la tierra, manejados con sabiduría, pueden crear hogares que regulan su temperatura naturalmente, que no necesitan aires acondicionados disparatados o calefacciones que devoran energía. Es una forma de construir que respeta el entorno y es resiliente. Y la gestión del agua… ¡uf! Cuando visitas las terrazas de cultivo en los Andes o los complejos sistemas de canales en sitios precolombinos, te das cuenta de que dominaban el arte de captar, almacenar y distribuir cada gota de lluvia en entornos difíciles. ¿No es eso precisamente lo que necesitamos ahora con la sequía y el cambio climático? Nos enseñan a ser frugales, ingeniosos y a trabajar con la naturaleza, no contra ella. La IA es una herramienta poderosa, sí, pero si no sabemos aplicar la sabiduría fundamental de la adaptación y la sostenibilidad que ya tenían nuestros ancestros, ¿de qué nos sirve? Es como tener un coche de Fórmula 1 sin saber por dónde va la carretera.Q3: ¿Qué te llevó a darte cuenta de que la tecnología es tan antigua? ¿Fue un momento específico o un proceso de descubrimiento?
A3: ¡Uf! Fue un viaje, no un “momento ajá” único, pero sí hubo varios “flechazos” que me abrieron los ojos. Siempre he sido un bicho curioso, de esos que prefieren perderse en un museo o en unas ruinas antes que ir de compras. Empecé a viajar más, a visitar yacimientos arqueológicos, y no solo los típicos.

R: ecuerdo estar en unas ruinas mayas, y me encontré pensando: “¿Cómo diablos construyeron esto sin las herramientas que tenemos hoy? ¡Es monumental, es preciso!” O paseando por un antiguo poblado en la Sierra de Aracena, en España, y ver cómo las casas estaban perfectamente orientadas para aprovechar el sol en invierno y la sombra en verano, usando materiales de la zona.
De repente, fue como si una bombilla se encendiera en mi cabeza: ¡ellos ya eran ingenieros, arquitectos, innovadores! No fue un flash, sino una acumulación de asombro y admiración por la inteligencia de nuestros ancestros.
Me hizo cuestionar todo lo que daba por sentado sobre lo que es “tecnología” y me di cuenta de que la capacidad de resolver problemas, de inventar, de crear, es tan inherente a la humanidad como respirar.
Y desde entonces, ya no puedo ver un simple cacharro antiguo sin pensar en la genialidad que hubo detrás. Es una sensación increíble.